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Le cobran en aquella fila de la izquierda, si no le importa, -pues si me importa-, le respondí malhumorado, llevaba en aquella cola casi una hora. Me revientan estas imposiciones amables, que nunca disimulan un aura de poder. Había allí tanta cantidad de claudicantes, amablemente convocados, integrando las más dispares formaciones, que no resultaba sencillo acertar a la primera con la que a uno le pudiera corresponder. Mientras transcurría la nueva espera, pensaba que a aquel exclusivo “negocio”, no le estaría demás una mínima competencia. Entonces otro rostro y voz amable, me indicó: el pago de ese impuesto, si no le importa, tiene que hacerlo en cualquier ventanilla de la planta inferior.